Cuando la gente, la música, los colores, los sabores, el paisaje y el perfume son convocados para ser reconocidos, afloran las sensaciones del sentimiento.
A la sombra del toborochi placero, de los horcones y tejas fraternas, por las calles rojas que conducen al viento, el calor cuando llega hasta el agua que sosiega, en el acorde barroco nacido en la selva, o en el pedazo de madera que salió de la espesura para extender sus alas mestizas, Chiquitos es compañía con forma de arpegio y sonoridad de orquídea.
Con la chovena del tiempo, hamaca danzarina, palmera vigilante y tinaja de la fortuna, en los ojos que espían por los pliegues de la noche, Concepción embriaga y envuelve.
Y nos convida…